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El centro del mandala: cuando el propósito se transforma en un nosotros

  • Foto del escritor: Livi Betancur
    Livi Betancur
  • 15 sept
  • 4 Min. de lectura

Viktor Frankl, psiquiatra y sobreviviente del Holocausto, escribió una frase que me moviliza el alma: “El sentido de la vida es ayudar a encontrar sentido a la vida de los demás.”

 

 Malala Yousafzai, Nobel de Paz y símbolo de la educación como herramienta de transformación, nos recuerda con la frescura de su juventud: “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo.”


Dos frases que parecen venir de mundos distintos… pero se abrazan en una sola verdad: nuestro propósito se vuelve más fuerte cuando deja de ser mío para convertirse en nuestro.

 

Quiero confesarte algo: durante muchos años pensé que mi propósito era un asunto personal. Creía que si lograba descubrir qué me movía, ya estaba lista para caminar con claridad. Y sí, encontrar el propósito propio es vital… pero con el tiempo entendí que no basta.


Uno de mis mayores aprendizajes en ese camino vino de la mano del Modelo de Equipos de Pat MacMillan, que conocí precisamente porque era una de las empresas que representábamos en TRI®, la empresa consultora de la que hice parte como empresaria. El plantea que para trabajar juntos se requieren dos cosas: habilidad y disposición.

 

Un equipo puede tener a las personas más brillantes y capaces, pero si no hay disposición para remar en la misma dirección, no será un verdadero equipo. Del mismo modo, pueden tener toda la disposición del mundo, pero sin las habilidades adecuadas, tampoco lograrán resultados.


Y sin embargo, hay un punto de partida más profundo que sostiene ambos factores: tener un propósito común. Sin él, ni la habilidad ni la disposición alcanzan.


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Lo viví muy de cerca como consultora, en muchas ocasiones y sobre todo en equipos directivos. El primero que recuerdo, fue un presidente de una compañía multinacional del sector metalúrgico que nos buscó porque, a pesar de contar con los mejores vicepresidentes —todos estrellas en sus industrias— después de años intentando conectar, no lograban ser un verdadero equipo.

 

Cuando llegamos, vimos a un grupo brillante, con currículos impresionantes, pero fragmentado. Cada quien brillaba por separado, pero como conjunto no encontraban rumbo. La transformación llegó cuando les mostramos algo simple y profundo: como estrellas individuales nunca lo iban a lograr. Necesitaban dejar de lado el brillo aislado para construir juntos y eso solo podía nacer de un propósito común.

 

Cuando lo identificaron, algo cambió.

De repente, dejaron de competir y empezaron a complementarse.

Las conversaciones se volvieron más auténticas, la confianza creció y, por primera vez, sentí que se miraban no como rivales, sino como compañeros.

 

Ese fue el momento en que entendí que el propósito común no es solo teoría: es la chispa que convierte un grupo en equipo, y un equipo en comunidad.


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El centro del mandala: cuando el propósito se transforma en un nosotros

 

En Ganas y Canas llevamos este mismo descubrimiento al terreno intergeneracional. Creamos una herramienta muy sencilla: invitar a un ganoso y a un canoso a escribir sus propósitos y luego buscar el punto de encuentro.

 

Lo que pasó fue mágico:

Donde había distancia, apareció cercanía.

Donde había dudas, surgieron proyectos.

Donde había miedo, nació confianza.

 

Ese “match intergeneracional” nos confirmó que el propósito común no solo transforma equipos, también puede transformar generaciones.

 

✍️ Dibuja tu mandala de propósito

1️⃣ Dibuja tu mandala: haz un círculo en el centro de una hoja rodeado por pétalos como en la imagen que viste anteriormente.

 

2️⃣ Reconoce tu propósito: En el primer pétalo, escribe tu nombre y el propósito que te mueve hoy.

 

3️⃣ Identifica el hilo común en tus vínculos: piensa en esas personas de tu vida (familia, amigos, colegas, compañeros de comunidad) que podrían tener un propósito parecido o complementario al tuyo.


Pregúntate: ¿A quién veo viviendo algo similar?

¿Quién sueña con lo mismo que yo?


Escribe el nombre y propósito de cada uno en los demás pétalos.

 

👉 Ejemplo: María (enseñar a los demás), Andrés (liderar para crecer juntos), Patricia (motivar e inspirar a otros).

 

4️⃣ Declara tu propósito común: redáctalo en una frase corta que los incluya a todos y escríbelo en el centro del mandala.


👉 Ejemplo: “Nuestro propósito es inspirar a otros a crecer y confiar en sus talentos.”

 

5️⃣ Activa la conexión: conversa con una o varias de esas personas esta semana y compárteles tu propósito. Pregúntales cómo lo viven y observa qué cambia en la conversación cuando reconocen que no caminan solos.


Ese es el poder del mándala: reconocernos como parte de un todo mayor.



 Quiero cerrar con una historia que me conmovió profundamente y que ahora podrás escuchar a través de nuestro podcast, pero además, en un formato especial: 🙌 Nuestra primera entrevista grabada en vivo con dos invitadas que te harán vibrar el alma.


Se trata de las fundadoras de AYÁKA: Antonietta Carruyo e Ingrid Frye, hija y madre, que decidieron unir lo mejor de sí mismas: las GANAS de Antonietta y las CANAS de Ingrid. De ese encuentro nació un proyecto que diseña experiencias que transforman vidas.

 

Su historia es un recordatorio vivo de que cuando el propósito se comparte, la edad deja de importar y lo único que queda es la magia de crear juntas.

 

Te invito a ver este episodio en su nueva versión en vivo. Estoy segura de que te sorprenderá tanto como a mí.



Al final, esta es la verdad que me acompaña:

 

El propósito común es el centro del mándala de Ganas y Canas.

Es allí donde las ganas y las canas se encuentran, donde lo imposible se vuelve posible, y donde recordamos que no caminamos solos: somos parte de algo mucho más grande.

 

 

Un fuerte abrazo,


Livi Betancur - Coach y mentora en emprendimiento y talento humano

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