top of page

¿Te permites equivocarte?

  • Foto del escritor: Livi Betancur
    Livi Betancur
  • 10 nov
  • 5 Min. de lectura

Quiero comenzar por recordarte que faltan solo 2 días para el inicio de PULSO 2025; un espacio para hacer un PARE en tu rutina, desconectarte del hacer y conectarte contigo.



¿Y adivina qué? 🎁✨


Isidora Goyenechea

 

Por ser parte de la Comunidad de Ganas y Canas tienes un descuento especial utiliza el código promocional GAYCA50 en la compra de boletas de No Afiliado, para obtener un 50% de descuento sobre su valor publicado.




 


Esta semana tuve la oportunidad de estar en el evento de HR TECH 2025 de DCH y viví un momento de tensión, porque todo estaba preparado, ensayado y cuidado para que saliera perfecto; pero al inicio, la producción de pantallas y sonido no funcionó.

 

De repente empecé a sentir un ambiente tenso y varias personas con una mirada de angustia alrededor; las pantallas de los lados funcionaban pero la pantalla grande no transmitía. Andrea Arizala mi amiga y colega, quien era la host del evento me dijo: “no entiendo que está pasando si lo ensayamos muchas veces”.

 

Entonces, la moderadora, Sor Esperanza Sanabria de Cognos online se tomó la palabra y con confianza nos dijo: “Bueno, sabemos que la tecnología a veces nos sorprende y esto pasa pero también sabemos que se va a solucionar rápido para poder empezar”. Cuando Sor pronunció estas palabras los suspiros llegaron, la calma invadió mi alrededor y todo empezó a funcionar.

 

Esas palabras pronunciadas solo estaban hablando del derecho a equivocarnos.


Vivimos en un tiempo que celebra la productividad, los logros, los resultados… y es fácil olvidar que ningún crecimiento real ocurre sin error.

 

El error no es un enemigo del éxito. Es su escuela más paciente. La palabra equivocar viene del latín aequivocare, que significa “nombrar algo con doble sentido o de manera ambigua”. En su raíz hay una paradoja hermosa: el error no es una falla, es una ambigüedad que abre nuevas posibilidades.

 

Cada vez que nos equivocamos, la vida nos invita a mirar desde otro lugar. A veces nos desordena, pero casi siempre nos redirige hacia donde realmente debíamos estar.


Vivimos perseguidos por un fantasma invisible: la necesidad de hacerlo todo bien. Ese fantasma se alimenta del miedo al juicio, a decepcionar, a no estar a la altura. Nos susurra que si fallamos, perdemos valor. Pero lo cierto es que quien nunca se equivoca, nunca se descubre. La perfección es una prisión elegante: promete reconocimiento, pero roba espontaneidad. Y lo más grave es que nos arrebata la curiosidad, esa chispa que nos hace explorar, experimentar y volver a intentar. En la búsqueda de hacerlo perfecto, olvidamos hacerlo humano.

 

He cometido muchos errores. Algunos pequeños, otros que dolieron más de lo que quisiera admitir. Pero todos, sin excepción, me han enseñado algo que ningún acierto podría haberme mostrado. He aprendido que equivocarse no nos resta autoridad, nos da autenticidad. Cuando un líder reconoce un error, no pierde respeto: gana confianza. Porque no hay nada más inspirador que alguien que se atreve a decir "Me equivoqué, pero aprendí".

 

Esa frase, que antes parecía una derrota, hoy la siento como una forma de libertad.


En América Latina y especialmente en Colombia, aún nos cuesta mirar el error con compasión. Una investigación de la Universidad de los Andes advierte que en muchas organizaciones, cuando alguien se equivoca, “queda con una deuda simbólica” y pierde legitimidad ante un futuro error. Y según un estudio de JobCity (2023), el 45 % de las empresas colombianas reconoce tener dificultades para construir una cultura organizacional que permita aprender del error. En contextos donde el error se castiga, los equipos no arriesgan, no preguntan y, sobre todo, no innovan.

 

Un estudio publicado en Springer (2024) demostró que cuando los líderes ocultan o castigan los errores, los colaboradores los retienen por miedo a las consecuencias, afectando directamente la confianza y la creatividad colectiva. Por el contrario, cuando un líder comparte sus propios errores, aumenta la transparencia, la seguridad psicológica y la disposición a aprender en equipo.

 

El liderazgo moderno no se mide por cuántos aciertos acumula, sino por cuánta apertura tiene para aprender de sus errores y los de su gente.

 

Ayer, junto a Diana Franco, la Gerente de la Fundación Ganas y Canas, tuvimos la oportunidad de honrar nuestro derecho a equivocarnos. Teníamos un gran reto de grabar 8 episodios del podcast de nuestra comunidad de manera presencial con invitados de lujo y queríamos que todo saliera perfecto. Era la primera vez que grabábamos presencial en mi casa, con un equipo de editores ganosos sensacionales que acabábamos de conocer.

 

Para Diana era su primera vez en un podcast siendo protagonista y moderadora a la vez, y algunos de nuestros invitados eran figuras públicas que admiramos pero que alguna de nosotras no conocía. 


ree


Un podcast es un espacio que generalmente se edita, es decir que si algo falla y no está en el libreto, los protagonistas tienen la oportunidad de parar, repetir o volver a conversar y el equipo editor borra los errores para que el episodio al aire esté perfecto.

 

Pero precisamente el podcast que decidimos cocrear juntas ayer con todos los invitados, fue un espacio en el que aprovechamos los errores para convertirlos en apalancadores de propósito. Fueron muchas las anécdotas que disfrutamos y nos reímos pero quiero compartir contigo una en particular que nos enseñó mucho.

 

Estábamos grabando un episodio con dos mujeres empresarias; unas canosas fantásticas. Diana y yo éramos las moderadoras. El espacio protagonista era el sofá principal de nuestra sala y mi esposo estaba al lado de nosotras en una poltrona, escuchando. Habíamos terminado el podcast e íbamos a despedirnos, cuando de manera natural, Carlos Eduardo sintió que a la conversación le había hecho falta una pregunta y simplemente la hizo. Era tan pertinente que una de las invitadas dijo: “Esa pregunta es muy importante” y empezó a responderle. Nuestra decisión, en vez de cortar y repetir para que él no saliera en el podcast, fue pedirle a las cámaras que ampliaran el alcance y que él apareciera en la escena.

 

Lo que parecía un error se convirtió en un gran acierto. Habíamos logrado captar su atención, y él estaba recibiendo tanto de ellas, que sintió que no podíamos cortar sin responder su inquietud. Una oportunidad de saber algo valioso, que seguramente si él no hubiera estado ahí, habríamos perdido.

 

Y lo confirmé: el derecho a equivocarnos nos engrandece, nos enriquece y nos acerca a la conexión con propósito.



✍️  Ejercicio de la semana: Mi error con propósito

 

1️⃣  Piensa en un error reciente que te haya dolido o frustrado.

2️⃣ Escríbelo en una frase corta (por ejemplo: me precipité al decidir).

3️⃣ Pregúntate: ¿qué me enseñó este error sobre mí y sobre mi forma de liderar?

4️⃣ Transfórmalo en propósito: ¿qué haré diferente la próxima vez?

5️⃣ Si puedes, compártelo con alguien. Cuando un error se nombra, se libera.



Equivocarse no nos aleja del camino; nos acerca a la verdad. El error no destruye la confianza, la construye, si se gestiona con humildad y conciencia. Y quizá el mayor acto de liderazgo hoy no sea acertar siempre, sino enseñar que equivocarse está permitido.

 

Así que esta semana, cuando el fantasma de la perfección te visite, respira y recuérdalo con calma:

 

Tengo derecho a equivocarme.

Y en ese derecho, también tengo el poder de crecer.

 

 

Un abrazo con todas mis ganas y canas,



Livi Betancur - Coach y mentora en emprendimiento y talento humano

Comentarios


bottom of page