Cambio: la nueva normalidad
- Livi Betancur

- hace 2 días
- 5 Min. de lectura
La semana pasada te invité a hacer un ejercicio muy sencillo: una lista de tus momentos perfectos en el día a día.
¿Cómo te fue? ¿Encontraste alguno que te sorprendiera?
Yo esta semana tuve varios… y el tono común de todos fue el mismo:
CAMBIO 🌪️
Cada presentación, cada conversación, cada discusión, cada interacción… me habló de cambio. Como si la vida me estuviera diciendo: “míralo de frente: esto ya no es un evento; esto es lo de todos los días.” Y entonces me quedó dando vueltas una pregunta que te dejo al inicio, para que te acompañe mientras lees:
Aunque el cambio ya sea algo cotidiano… ¿qué parte de tu identidad todavía lo sigue viviendo como una amenaza?
Hubo un tiempo en que en las organizaciones el cambio simplemente ocurría, pero de vez en cuando. Era todo un acontecimiento, no tenía nombre, no tenía plan, no tenía ritual. Se hacía y ya… Con los años, el cambio se fue convirtiendo en disciplina: algo que se podía entender y acompañar.
En los años 40, Kurt Lewin empezó a hablar de cambio planeado y del poder de los grupos para movilizarlo: ahí se sembró una de las raíces más citadas de la gestión del cambio organizacional. Después, en los 90, el cambio se volvió conversación masiva en el mundo empresarial con enfoques como el de John Kotter sobre por qué fallan las transformaciones y cómo liderarlas. Y ahí, sin darnos cuenta, pasó algo: empezamos a tratar el cambio como si fuera un proyecto técnico.
Yo me especialicé en cambio cuando era consultora. Y te confieso algo: a mí no me molestaban las metodologías… me molestaba cuando se quedaban cortas. Cuando el cambio se reducía a capacitaciones y comunicaciones, como si con “entender” y “alinearse” alcanzara.
Mi insistencia siempre era otra, más humana: todo cambio trae ganancias y pérdidas. Y si no miramos las dos, el cambio se queda sin alma. Se vuelve una orden… y no un tránsito.
Cuando llegué a la organización, una de las primeras decisiones que tomé fue crear equipos de especialistas de gestión del cambio. Porque en ese momento era necesario: había que acompañar, sostener, traducir, escuchar. Pero hoy… hoy el mundo cambió.
El cambio ya no es un acontecimiento, es la cotidianidad, porque la velocidad del cambio se disparó:
🌪️ El uso de IA generativa en el trabajo casi se duplicó en 6 meses y el 75% de knowledge workers ya la usa.
🌪️ Gartner encontró que el año pasado el empleado promedio vivió 10 cambios organizacionales planeados, cuando en 2016 vivía 2 (y estamos hablando solo de los planeados, porque en el mundo actual en el que vivimos son más los cambios no planeados los que suman en nuestros ecosistemas económicos y sociales).
Ya no se trata de “un año movido”. Se trata de una nueva normalidad.
Accenture, en su Pulse of Change Index, muestra que la mayoría de líderes espera que el ritmo del cambio siga acelerándose. Por eso digo que el cambio ya no llega como acontecimiento. Llega como rutina. Como una cotidianidad que a veces ni alcanza a asentarse cuando ya vuelve a cambiar.

Esta semana anuncié el cambio más grande de la última década en mi Vicepresidencia.
Y fue humano, lleno de lágrimas y risas. Algunos sintieron que el futuro les sonreía y a otros que les quitaba, pero todos de manera común sintieron miedo: ese vacío que se posa en el centro del cuerpo y no te deja respirar fluido, que hace que el corazón palpite y no te deja dormir bien, porque empiezan a pasar por tu mente muchísimas preguntas, desde ¿por qué me están dando este rol? hasta ¿estoy preparado para asumirlo?.
Porque el cambio incomoda… pero no solo por la carga de trabajo o por aprender algo nuevo, sobre todo porque nos cambia el lugar desde donde aportábamos, porque nos obliga a soltar la “experticia automática”, porque nos confronta con la pregunta silenciosa: ¿y ahora, quién soy yo aquí?
Durante la semana vi el cambio, el movimiento. Sentí viva la vicepresidencia, todos conviviendo entre emociones encontradas, aciertos y desaciertos, conviviendo en el mismo momento: hicimos sesiones con líderes y equipos para conversar el por qué y el para qué de los cambios que estamos haciendo.
Tuvimos la oportunidad de tener a Fernando Rey como conferencista y su charla: “Tu corazón como brújula: la estrategia para navegar la incertidumbre” y fue un gran acierto, porque nos conectó con la esencia del cambio y nos dio una perspectiva diferente como alquimistas para transmutar realidades. Fue una invitación a no intentar resolverlo todo de golpe. A veces, cuando cambia el mapa, uno se paraliza porque quiere tener el camino completo. Y Fernando lo dijo con una imagen que me encantó:

Un paso. No diez. No el plan perfecto. Un paso que honre tu brújula: eso que te importa, eso que te mueve, eso que te mantiene fiel a ti.
Hubo otro elemento que me pareció todavía más profundo, porque explica por qué el cambio no se siente “solo organizacional”, sino personal:
“Así es con el cambio: solo nos movemos cuando algo se mueve dentro de nosotros”.
Y ahí entendí algo: muchas veces el cambio externo ya ocurrió (la estructura, el rol, la estrategia...) y lo que realmente toma tiempo es el cambio interno: aceptar, despedirse, volver a ubicarse, reconstruir identidad. Por eso salen lágrimas. Por eso un equipo se abraza distinto cuando entra en sintonía.
Fernando no nos habló de "cambiar por cambiar”. Nos habló de cambiar con brújula. Y en un mundo donde el cambio ya no es un acontecimiento sino cotidianidad, esa brújula es lo que nos cuida, cuando el mapa cambia todos los días, lo que más necesitamos es esa brújula interna.
✍️ Ejercicio de la semana: UN CAMBIO Separa 10 minutos en tu agenda. Ojalá con un café o un té. Y completa estas frases sin pensarlo tanto (como si se las estuvieras diciendo a alguien que quieres):
1️⃣ “En los cambios, yo tiendo a proteger la identidad de…” (Ejemplo: la que resuelve, la que sabe, la fuerte, la impecable, la que no pide ayuda…) 2️⃣ “En este diciembre, me gustaría comenzar a permitirme una identidad más…” (Ejemplos: ligera / curiosa / paciente / confiada / humana / valiente / acompañada…)Y aquí viene la pregunta clave (la de hoy, no la de toda la vida): 3️⃣ ¿Qué gesto pequeño puedo hacer hoy para sostener esa nueva identidad, incluso si el cambio me incomoda? (Ejemplos: una conversación / una pregunta / una delegada / un límite / un “no puedo con todo” / un “necesito ayuda” / un “me atrevo”)
4️⃣ Para cerrar, si te nace, respóndeme a este correo con una sola frase que responda a esta pregunta:
¿Qué identidad estás soltando… y cuál estás dejando nacer?
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El cambio también es generacional
Por eso también quiero volver a recomendarte el episodio del podcast con Diana Franco… pero hoy por una razón distinta: el cambio no se vive igual en todas las edades.
A los 20, a veces se siente como salto.
A los 40, como reordenamiento.
A los 60, como reinvención… o como liberación.
Y entender eso —en equipos, en familias, en comunidad— nos vuelve más compasivos: con el otro… y con nosotros.
Un abrazo,





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