Me voy a celebrar pero… ¿Por qué siento culpa?
- Livi Betancur
- 12 abr
- 4 Min. de lectura
Esta semana empiezo una nueva etapa…
¡Me voy a celebrar mis 25 años de matrimonio por 7 semanas!

Siete semanas de viaje, de pareja, de amor, de descanso.
Siete semanas de hacer una pausa para agradecer lo vivido, lo construido y también lo superado.
Y aunque estoy feliz… aparece la culpa.
¡Sí, la culpa! Esa palabra que pesa más de lo que debería. Que se mete en la maleta sin que la invites. Que te susurra al oído que no deberías irte tanto tiempo, que hay mucho por hacer, que cómo se te ocurre desconectarte, que otros se van a quedar “cargando el bulto”, que esto es un lujo, una irresponsabilidad, un capricho.
La palabra culpa viene del latín culpa, que significaba “falta”, “defecto”, “error”. En la Roma antigua, se usaba en contextos legales y morales para señalar la responsabilidad de alguien en un hecho indebido o peligroso. Con el tiempo, pasó al latín vulgar y de ahí al castellano medieval, conservando ese matiz de “responsabilidad por haber obrado mal” que hoy conocemos.
Es una palabra que nace desde la carencia, desde el juicio, desde lo que no hiciste o hiciste mal. Con los siglos, se transformó en un peso moral, en una especie de castigo interno que llevamos por no cumplir con lo que se espera de nosotros.
Y lo curioso es que no viene de afuera, sino de adentro. La culpa es como un guardián interno que se activa cuando nuestras decisiones entran en conflicto con las expectativas, los mandatos, los deberes. Incluso cuando lo que elegimos es el gozo, el descanso o el amor.
La culpa es un juicio automático, una interpretación de la realidad que nos hace asumir responsabilidad por todo lo que “deberíamos” haber hecho y que, en realidad, está basado en miedos e ideas limitantes.
Cuando vivimos desde la culpa, cada decisión —incluso la de cuidar nuestro bienestar— se convierte en un problema. Nos volvemos esclavos de expectativas ajenas y nos desconectamos de nuestra propia alegría. Y sin esa alegría, perdemos creatividad, perdemos energía, perdemos la fuerza para inspirar a otros.
¿Y sabes qué pasa cuando te despides de la culpa?
1️⃣ Abres espacio para la gratitud
En lugar de enfocarte en lo que “deberías” estar haciendo, celebras lo que estás viviendo.
2️⃣ Recuperas tu poder de decisión
Te das permiso para elegir lo que nutre tu cuerpo y tu espíritu.
3️⃣ Irradias confianza
Al liberarte de la autoexigencia, te conviertes en un ejemplo de liderazgo humano, de coherencia entre lo que dices y lo que haces.
4️⃣ Profundizas tus relaciones
Sin culpa no hay juicios, solo presencia plena para conectar de corazón a corazón.
Hoy, yo decido despedir a la culpa
Hoy me regalo la libertad de gozar cada instante de estas vacaciones. Me regalo el permiso de reír sin pensar en pendientes, de caminar sin presiones, de reconectar con mi esposo sin voces interiores que me digan “no mereces esto”.
Hoy me despido de la culpa para abrazar el descanso, el amor y la celebración. Porque no hay mayor acto de liderazgo que vivir con coherencia, con alegría y con el corazón abierto.
Y sí, hoy quiero disfrutar las vacaciones. Mirar a los ojos sin afán. Caminar sin rumbo. Dormir sin despertador. Volver al origen. Sentir la piel del otro, el silencio, la risa sin agenda.
Las vacaciones son un derecho humano y las hemos convertido en un lujo. Pero el descanso no es un premio. La desconexión no es una extravagancia. Celebrar lo vivido no es egoísmo. Es una forma de volver a uno. De volver a los nuestros. De volver a vivir.
Y por eso hoy quiero regalarte una herramienta para que despidas la culpa de tu vida:
4 Pasos para despedir la Culpa
🗣 Reconoce la voz de la culpa:
Observa cuándo aparece y cuál es su mensaje.
❓ Cuestiónala:
Pregúntate: “¿Es esto verdad o es una creencia antigua que ya no me sirve?”
👋Crea el hábito de Despedirla:
Escribe una frase breve en un papel —por ejemplo: “Hoy libero la culpa por…”— y dóblalo. Cada mañana, ábrelo y repítela como un mantra.
🌿 Regálate el permiso que necesitas:
Tómate 5 minutos. Escribe a mano una carta corta, en la que te das permiso para disfrutar, desconectarte, cuidarte. Como si fueras tu mejor amigo, tu terapeuta, tu líder. Escribirlo libera. Leerlo después, reafirma. Y si puedes, deja esa carta en un lugar visible durante tus días de descanso.
Y para acompañarte aún más, te quiero compartir un video:
Te invito a verlo con calma. Tal vez con un té. Tal vez desde la cama. Y a recordarte que no estás quitando nada a nadie cuando eliges el descanso. Estás sumando vida. Estás recargando propósito. Estás dándote amor.
Porque también se lidera con el ejemplo.
Y si algo quiero que quede tu corazón, es que hay que honrar los momentos, vivirlos con presencia, y no dejar que la culpa opaque la luz de lo que tanto hemos cultivado.
Así que esta será una etapa diferente. Estaré lejos físicamente, pero cerca con el alma. Y antes de irme, te dejo esta pregunta:
¿Qué decisión estás postergando por culpa?
¿Y si en vez de sentir culpa… eliges sentir gratitud?
Con cariño y en modo celebración,

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